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¡Alaben al Señor pueblos todos!


117 Alabad a Jehová, naciones todas; Pueblos todos, alabadle.

2 Porque ha engrandecido sobre nosotros su misericordia, Y la fidelidad de Jehová es para siempre. Aleluya.


Imagine por un momento que usted es parte de un exclusivo club social al cual solo un grupo específico y selecto de personas de cierta categoría social puede pertenecer, los privilegios de dicho club solo están reservados para sus miembros, todo aquel que no posee el carnet de membresía ha sido excluido de tales privilegios, los menos afortunados se encuentran fuera del lujoso edificio pegados a las ventanas de cristal mientras contemplan los manjares y demás deleites que no se les está permitido disfrutar, de repente! ¡De la nada! Uno de los camareros enloquece, abre la puerta principal y grita: "¡entren todos! ¡Disfruten de los manjares! ¡es todo suyo!"

En palabras sencillas, el canto al que nos hemos aproximado habría causado tal conmoción en sus oyentes como lo es la entrada gratuita de la plebe a un club de alta categoría, lo que tenemos delante de nuestros ojos es una escandalosa y profética invitación a todos los pueblos gentiles de unirse al pueblo de Israel en un coro de alabanza a Dios. Todos los pueblos y naciones están siendo invitados, todos los pueblos y naciones donde todos no excluye a nadie, todos los pueblos y naciones deben alabar a Dios y éste salmo es una flecha que apunta a nuestro presente, no estaríamos aquí si no fuera porque ese “todos” nos incluye a nosotros, cuando yo no pensé en alabar a Dios, ya Dios me había invitado a alabarle, cuando no podía si quiera pronunciar palabra, ya Él las había escrito para mí, él me invita a alabarle, y esa segunda mención de alabanza en el versículo primero me dice que debo alabarle con entusiasmo, y ¿cuál es la razón de tal euforia al responder a ésta invitación? ¿Por qué debemos responder y alabar al Señor?


Todos deben alabar a Dios por la grandeza de su misericordia V.2a

Y a riesgo de simplificar demasiado la misericordia de Dios no es un tema que pudiéramos tratar con suficiente tiempo en este lado de la eternidad, hablar de Su misericordia y más aun de la grandeza de Su misericordia es tratar de explicarle a una hormiga los temas más complejos de la ciencia espacial, simplemente nuestras mentes finitas no lo pueden alcanzar. Cuando hablamos de la misericordia de Dios nos referimos al hecho de que este Dios justo, poderoso, bondadoso, perfecto, Santo, éste Dios que es la personificación viva de Su perfecta ley, este Dios que no tomará por inocente al culpable, Él mismo fue que ofendido por viles pecadores como nosotros que violentamos Su ley, que rompimos Su pacto, que insultamos Su Nombre el cual es Admirable, ese mismo Dios no extendió hacia nosotros su ira, sino que tuvo compasión, Dios no nos dio lo que merecemos, sino que extendió su cetro de Gracia hacia nosotros. La palabra de Dios no calla al hablarnos de este sublime atributo del Creador hacia sus descarriadas criaturas, el gran nombre de Dios proclama “Jehová, Jehová…lento para la Ira y grande en Misericordia” Ex. 34:7; el Salmo 103 no logra medir esta grandeza cuando expresa en los versos 10-14:


No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, Ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados.

Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, Engrandeció su misericordia sobre los que le temen.

 Cuanto está lejos el oriente del occidente, Hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones.


El Salmo 118 explaya en un cantico donde se nos recuerda una y otra vez, que “para siempre es Su misericordia”

Pero ésta misericordia brilla con más gloria en la manifestación de su amor en la Cruz del Calvario, Efesios 2:4-5 pone un “pero” a la condición del pecador “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)” ésta gran misericordia da paso a la manifestación de Su gran amor porque “De tal manera amó Dios al mundo” Juan 3:16, cuando leemos éste pasaje podemos pasar por alto esta gran verdad, la traducción Hispanoamericana lo expresa de la siguiente manera:


Aclamen al Señor todas las naciones,

Alábenlo todos los pueblos,

Pues su amor nos sobrepasa,

La verdad del Señor es eterna.

¡Aleluya!


La razón por la cual todos los pueblos pueden ahora alabarle es porque la misericordia de Dios se engrandeció tanto que se manifestó en un amor que nos redime y nos hace aptos para alabarle, y ahora nosotros que no éramos pueblo, que estábamos lejos de los pactos y de las promesas, hemos sido hechos cercanos por el amor de Dios que es en Cristo Jesús, haciendo de los dos un solo pueblo por la Sangre de Su Cruz ¡para alabanza de la gloria de Su Gracia! ¡Alabad a Jehová pueblos todos! ¡Porque la misericordia de Dios nos ha alcanzado! Su amor nos sobrepasa, su amor ha limpiado la multitud de nuestros pecados, Él ha engrandecido su misericordia para con nosotros. Este es tambien un canto misionero, por si todos los pueblos deben alabarle esos pueblos deben de ser alcanzados primero con este mensaje de amor y redención.

Pero esta invitación no se queda ahí, esta misericordia también viene acompañada de la fidelidad de Dios.


Todos deben alabar a Dios por la duración de Su fidelidad.

Aquí debemos detenernos y tratar de entender qué quiso decir el salmista con la palabra “fidelidad”, en muchas traducciones como la que mencionamos anteriormente ésta palabra se convierte en un sinónimo de verdad, ahora bien ¿por qué alabar a Dios por Su verdad? La profundidad de esta palabra radica en el hecho de que expresa la genuinidad de una relación, su autenticidad, su lealtad que se conserva a pesar de los obstáculos, ésta fidelidad nos recuerda a un amigo auténtico, uno que no nos abandona en el momento más oscuro, ésta fidelidad apunta a la grandeza de su misericordia, ésta fidelidad es eterna, y viene acompañada del mismo amor de Dios que nos rescata, Dios es el amigo fiel que nos ve en el hoyo de la desesperanza y no nos abandona hasta sacarnos, y este es un amigo que nos será fiel siempre.


Es por esta verdad que el salmista irrumpe en alabanza y clama ¡Aleluya!, lo que nos ha revelado es causa de gozo, de alabanza, de fiesta, Dios ha engrandecido su misericordia y por su propio carácter no nos abandonará, Él invita a todos, de todos los pueblos a que sean parte de este canto de redención.


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